La media pensión

Jarra aluminio colores

¡Qué distinto era en los 60 y los 70!

Inapelablemente existen muchísimas posiblidades de que cualquier celebración o evento en la que estén  presentes varios representantes del género masculino termine rememorando los tiempos del Servicio Militar, la mili, para entendernos.

Y entre el infinito anecdotario existente siempre hay un capítulo dedicado a la comida y a la cocina de los cuarteles. Muchos se hincharon a pelar patatas como castigo, otros a limpiar aquellas inmensas ollas y cacerolas o el aceite requemado de sartenes y freidoras. Pero mucho antes de ponerse el uniforme, una parte del personal ya había tenido la oportunidad de probar en sus propias carnes las miserias del «rancho», los que habían estado en un colegio a media pensión.

La media pensión resolvía problemas domésticos, especialmente para los que vivían lejos de la escuela o cuyos padres o abuelos no podían atender durante el mediodía.A todos ellos la media pensión les hizo entrar en un mundo colectivo, de complicidades y picardías, de grandes cocinas y ollas enormes. Hoy en día, las marmitas y las cocinas han desaparecido y son empresas de catering las que se encargan de la alimentación del alumnado para lo cual elaboran distintos menús en función de la edad de los comensales y del presupuesto disponible.

Se elaboran alimentos sin gluten para celíacos, sin lactosa para niños con intolerancias e incluso menús especiales para alumnos que profesan religiones que prohíben expresamente la presencia del cerdo en la alimentación de sus fieles. Todo bajo el control de nutricionistas y en función de las circunstancias de los comensales.

Que distinto era en los 60 y 70 !! El primer plato en un colegio de pago normal tirando a alto, consistía en una ensalada con cuyas hojas de lechuga hubiera sido posible hacerse una gorra a juzgar por su tamaño,con rebordes ennegrecidos y soltando agua sin cesar tras varias horas en remojo. Con suerte, bajo la lechuga y rodajas de tomate del tamaño de un CD, podía aparecer una aceituna con hueso si bien a veces el hueso estaba y otras no, lo que permitía hacer toda clase de apuestas.

Otro clásico era la sopa de fideos. Un liquido amarillo intenso gracias al cubito de sopicaldo  y de textura acuosa por donde navegaban sin rumbo fijo algunos (pocos) fideos de los llamados de cabello de angel. La sopa se servía en aquellos maravillosos platos transparentes de Duralex de ala y borde lobulado en forma de pétalos de flor tan difíciles de encontrar hoy en día y que casi siempre estaban rayados hasta la extenuación.

El segundo plato era casi siempre una carne a taquitos que estaba a medio camino entre el guiso y el estofado y que se esforzaba por emerger de una salsa marrón oscuro en la que parecía que se estaban ahogando. Alguna voluntariosa patatita aparecía de vez en cuando entre la carne siendo lo único realmente comestible si bien el cocinero no atinaba en los tiempos de cocción y a veces se deshacía al pincharla con el tenedor mientras que en otras se corría el peligro de perder un diente.

La carne era extremadamente generosa en ternilla y tendones y si no la escupías o te la tragabas, corrías el riesgo de arrastrarla a modo de chicle durante toda la tarde.

Lo que se servía sin escatimar era el agua. Una jarra para cada cuatro niños. Las jarras eran de aluminio anodizado con un asa de plástico negro, casi siempre plateadas o doradas y mantenían formidablemente la temperatura del agua lo cual era una bendición en los meses de calor. Alguna vez aparecía por error alguna de color rojo o azul procedente del comedor del profesorado cuyos menús siempre eran un misterio fruto de todo tipo de especulaciones. De postre, fruta. Siempre con alguna manchita o pequeño deterioro que desvelaba el origen barato de las piezas difíciles de vender a la población en general.

Lo bueno de la media pensión eran las dos horas de patio que venían después antes de entrar en la primera clase. Dos horas de juegos, charlas, planes e intercambio de dudosas informaciones sobre el hermano de fulana, los padres de mengano o lo que uno había visto o creía haber visto. Pero eso ya es otra historia…

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